Biografía

“La democracia perfecta solo puede

Existir en una sociedad de ángeles”

Jean-Jacques Russeau

 

En sus Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo, el doctor Joaquín Balaguer expresa:

“El autor de estas páginas, escritas al borde del sepulcro, nació el 1ro de septiembre de 1906, en Navarrete, entonces una ladea situada a 22 Kms. de la ciudad de Santiago. Sobre la fecha de 1906 han existido siempre contradicciones en la familia. Lidia, mi hermana mayor, quien llevaba un libro de notas en que registraba los acontecimientos familiars importante, sitúa el Nacimiento en 1907, y atribuye el supuesto error a que la declaración en la Oficialía Civil fue hecha seis años después por mi padrino, don Ulises Franco Bidó.”

 

En la obra citada se transcribe el acta de Nacimiento de Joaquín Balaguer, en la que se anota el 1ro. de septiembre de 1906 como la fecha de Nacimiento, a las ocho de la noche. Joaquín Antonio Balaguer Ricardo es el quinto hijo, y único varón, de la prole de siete hermanas, creada por el matrimonio de don Joaquín Balaguer Lespier (N. 27-2-1872 M. 28-8-1956) de origen catalán, u doña Carmen Celia Ricardo (N. 16-7-1877 M. 16-4-1973), oriunda de Puerto Plata.

 

El matrimonio Balaguer Ricardo se instaló en Navarrete donde don Joaquín Balaguer desarrolló un próspero negocio de exportación de madera y café. Allí transcurrieron las “horas doradas” de la inquieta niñez de Joaquín Antonio, más dado a las correrías por los predios cercanos que a los estudios, razón por la cual su padre tomó la decisión de internarlo en el colegio dirigido por el reputado profesor, don José Dubeaux, en Puerto Plata, desde donde se escapó, a pesar de su pequeña edad y de la distancia que lo separaba de la casa paterna.

 

En sus citadas Memorias, el Doctor Joaquín Balaguer recuerda de sus “horas doradas” el caballo que le regaló su padre, así como también el “pequeño obsequio de un rifle de balitas “W”. Confiesa, asimismo, que creció montado sobre el lomo de un caballo. Desde el amanecer abandonaba el hogar para dirigirse al río y luego a recorrer la “pequeña hacienda de su padre en La Atravesada. Regresaba alrededor del mediodía, con las árganas del “caballo preferido llenas de mangos y de otros frutos”. De su padre, por el que sintió una gran admiración, como lo reflejan los versos que le dedicó, “heredó el amor al campo y a los animales”. Similar devoción sintió por Doña Celí, apodo familiar de su madre.

 

Luego de su escapada del colegio de Puerto Plata, retornó a la escuela de su aldea natal, donde completó los primeros niveles de la educación primaria hasta que los trastornos económicos que siguieron a la primera guerra mundial afectaron sensiblemente el comercio de exportación de su padre dirigido principalmente hacia Alemania, la nación perdedora en ese conflicto bélico. Por los cambios producidos en su estabilidad económica la familia Balaguer Ricardo se trasladó a Santiago, donde se perfiló la vida escolar del maroteador, Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, pero su familia también debió afrontar la reclusión, por cuestiones de salud, de don Joaquín Balaguer Lespier. Entonces se vio obligada a disponer de los inmuebles que poseían en la referida ciudad hasta quedar en condiciones económicas muy precarias, mientras que Joaquín Antonio ingresaba a la Escuela Primaria Paraguay, dirigida por el profesor Juan Tomás Lithgow. En este centro  concluyó su educación básica en 1920, lo que le permitió ingresar a la Escuela Normal Teórica, conducida por Ricardo Ramírez.

 

En este centro conoció a doña Rosa Smester, profesora excepcional, por lo que el alumno relata de ella, y quien ejerció gran influencia en su formación intelectual según consta en las aludidas Memorias. Ella le dio a conocer a Prosas Profanas; José Enrique Rodó, Juan Montalvo y José Martí, el orador mas “impresionante que hasta entonces había leído”, destacando de él, además, su discurso sobre Simón Bolivar.

 

También asistía el joven Joaquín Antonio Balaguer Ricardo a las reuniones que un grupo de jóvenes que, como él, se iniciaban en el cultivo de las letras, celebraban en la parte alta del Ayuntamiento de Santiago, ciudad que para él “se había convertido en uno de los centros culturales más importantes del país”. No cabe dudas que la pasión por la literatura y la oratoria se revelaron en Balaguer a muy temprana edad, pues cuando obtuvo el título de Bachiller en 1924, ya había publicado tres libros de versos: Claro de Luna, 1922; Salmos Paganos, 1923 y Tebaida Lírica, 1924.

 

En la Universidad de Santo Domingo recibió en 1929, el título de Licenciado en Derecho, profesión que ejerció escasamente desde la oficina del Lic. Jafet D. Hernández, y solo en uno o dos casos como postulante.

 

En la Información, de Santiago ejerció como articulista, editorialista y director. Sus artículos en ese periódico, recogidos por el Dr. Fernando Pérez Memén, se publicaron en el año 2006 con el título El Balaguer Joven. Igualmente el Dr. Julio Jaime Julia, editó otra compilación similar: Primeros Escritos de Joaquín Balaguer (2002). En ambos libros se percibe el nivel de cultura que a los 20 años ya exhibía Joaquín Antonio Balaguer Ricardo, tanto en la literatura clásica como moderna, así como también en la oratoria. Por su elocuencia y privilegiada memoria el Listín Diario le confirió el elogioso calificativo del “Castelar Dominicano”.

 

 Su labor periodística y literaria la compartía, además, con las figuras más calificadas de la campaña nacionalista que en la década del 20 promovían en Santiago; entre otro: la profesora Ercilia Pepín, el Lic. Rafael Estrella Ureña, quien puede considerarse su orientador político y la profesora Rosa Smester, su guía literaria. Así fue como, a temprana edad pasó de la abogacía a la política, tránsito este que perduró en él hasta su muerte.

 

El joven abogado y activista político, Lic. Joaquín Balaguer Ricardo, aupado por el citado orador Lic. Rafael Estrella Ureña, formó parte del denominado movimiento cívico, que aceleró la caída del Presidente Horacio Vásquez, hecho este que propició el ascenso al poder del entonces jefe de la Guardia Nacional Rafael Leónidas Trujillo Molina. Este asumió la presidencia del país el 16 de agosto de 1930, y el Lic, Rafael Estrella Ureña, la vicepresidencia. Muy pronto surgieron diferencias entre ambos, y Estrella Ureña se vio compelido a renunciar.

 

El flamante presidente contrajo matrimonio con la distinguida dama Bienvenida Ricardo, pariente cercana de Joaquín Balaguer. Muy pronto el mandatario percibió las habilidades y las competencias del joven, por lo que no tardó en colocarlo entre los integrantes de su equipo de gobierno, designándolo, consecutivamente en distintas posiciones, dentro y fuera del país. Además de la misión diplomática en España fue Subsecretario de Estado de Relaciones Exteriores (1937); Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo (1938); Enviado Extraordinario y Plenipotenciario en Colombia y Venezuela (1940); Embajador Consejero de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores (1944); Enviado Especial y Ministro Plenipotenciario en Honduras (1947); y Secretario de Estado de Educación (1945 y 1953).

 

En su condición de secretario de Estado de Educación, el Doctor Joaquín Balaguer dinamizó el sistema educativo dominicano e instauró el Plan Bienal de Educación. Igualmente emprendió una amplia labor de difusión cultural, como la Feria del Libro (1951) y la Biblioteca Dominicana, en la que aparecieron importantes obras de autores nacionales.

 

Fue, además, Secretario de Relaciones Exteriores, (1953); Vicepresidente de la República, (1957) y Presidente (1960).

 

En el ejercicio de estas funciones lo sorprendió el tiranicidio de 1960, hecho que puso a prueba su capacidad política y su talento, pues con la misma prudencia y pericia como había manejado durante el largo período de la tiranía, supo campear el vendaval que surgió tras la muerte del tirano, pues se convirtió en un muro de contención para las apetencias desmedidas, evitando, además, el desbordamiento de las pasiones contenidas durante tres décadas de absolutismo político. Entonces, el Doctor Joaquín Balaguer en medio de la tormenta que provocó la caída de la tiranía asumió con valor y tacto, la responsabilidad que la historia ponía en sus manos, evitando asó lo que parecía inevitable: una confrontación de consecuencias impredecibles. Solo un convincente sentido de equidad y de justicia podía evitar la tragedia que preludiaba la liquidación del pasado, con una prudente apertura hacia un futro democrático y de justicia social.

 

En efecto, una de las medidas que en esta dirección adoptó el Doctor Balaguer fue la incautación de los bienes acumulados por los jerarcas de la dictadura para favorecer a grandes núcleos de la población. Entonces nacieron los triciclos que aún hoy sirven de herramientas para la búsqueda del sustento diario de miles de dominicanos. Fue esta de las novedades de asistencia social que en ese turbulento período se pusieron en práctica con lo cual se introducía una nueva visión en la administración del estado.

 

Vale destacar, que el proceso de democratización del Estado dominicano se patentizó en el memorable discurso pronunciado por el Doctor Joaquín Balaguer el 2 de octubre de 1961 en las Naciones Unidas. Tal vez su acción más arriesgada y trascendental realizada en el curso de ese conflictivo período de nuestra historia, pues se anunciaba al mundo el cambio experimentado en la política dominicana, cuando aún la estructura del tambaleante régimen conservaba su capacidad represiva.

 

En el contenido de ese discurso, que aún no ha sido valorado en toda su dimensión, el pueblo dominicano reivindicaba su derecho a ser reconocido como un pueblo amante de la paz y respetuoso de los principios democráticos que aún sustentan las naciones reunidas en ese foro mundial, pues en el se denunciaba, por primera vez, el fin de la dictadura que por mas de tres décadas había sojuzgado al pueblo dominicano, situación que el Doctor Joaquín Balaguer proclamaba con riesgo de su propia vida:

 

“La barrera de guerra que circuía la isla, y a través de la cual podía apenas filtrarse la opinión independiente, fue abolida, y el derecho a la libre circulación ha sido restablecido para tres millones de hombres y mujeres que se hallaban prácticamente sustraídos de todo contacto con el comercio político internacional y con la civilización humana”.

 

Pocos son hoy los que valoran este discurso pronunciado en tan especiales circunstancias. El caso es que el osado político regresó al país, a pesar de los indicios de agresión física por parte de algunos de los remanentes de la dictadura porque entendían que él los había traicionado y cuya salida pedía la oposición. Entonces, consciente de que en el país se podía producir en cualquier momento un derramamiento de sangre, aceleró las conversaciones tendentes a lograr lo más rápido posible la salida de todos los familiares de Trujillo, así como los servidores del régimen sindicados como responsables de delitos de lesa humanidad, hecho éste que se produjo, luego de largas conversaciones, el 20 de noviembre del año 1961.

 

Tras haberse logrado la salida de la familia Trujillo, la oposición consideró que el doctor Balaguer ya no era un interlocutor válido y necesario. Fue así como la U.C.N. (Unión Cívica Nacional) logró que el Consejo de Estado dispusiera también su salida del país, después del mitin celebrado en el Parque Independencia, el 15 de enero de 1962, que concluyó con el trágico balance de tres muertos y varios heridos.

 

El día 8 de marzo de 1962, con un Salvoconductor gestionado por el Nuncio de Su Santidad, Monseñor Emmanuele Clarizio, salió el doctor Balaguer con destino a Puerto Rico, iniciando así un período de destierro que se prolongó hasta el 25 de junio de 1965. Vale decir que en la vecina isla duró poco tiempo, pues el Consejo de Estado presionó al gobierno en Washington para que abandonara la isla. Entonces eligió como destino la ciudad de New York, donde permaneció hasta su regreso al país, bajo el pretexto del delicado estado de salud de su madre, pero gracias también al estallido del movimiento cívico-militar del 24 de abril del citado año.

 

Como resultado de las elecciones convocadas por el gobierno provisional presidido por el doctor Héctor García Godoy, en 1966, el doctor Joaquín Balaguer, candidato por el Partido Reformista fundado por él en el exilio, resultó electo Presidente de la República y como vicepresidente el Lic. Francisco Augusto Lora. El 1ro. de julio de 1966 fue investido formalmente como Presidente, iniciándose así el denominado período de los “Doce Años”, algunos por respeto a la cronología histórica, y otros para enrostrarle medidas que debió tomar ante circunstancias internas y externas, con matices ideológicos desconcertantes por lo que tuvo que afrontar, en ese período, los efectos de una intransigente oposición política, así como las acciones de la confrontación ideológica imperante, marcada por la llamada Guerra Fría, en la que se disputaba la hegemonía mundial dos ideologías diametralmente opuestas. Era, pues, como bien ha dicho el filósofo Bertrand Russel la “tiránica lucha entre el comunismo y el anticomunismo”. Esta situación se manifestaba en distintas formas, pero con un objetivo común: subvertir el orden democrático para implantar lo que en el lenguaje político de la época se denominaba, ostensiblemente, “dictadura del proletariado”.

 

Hasta que en nuestro país la sanidad mental no sea un patrimonio colectivo, no se entenderá que es necesario acudir a las verdades elementales para restablecer la historia verdadera. Cuando este reclamo cívico se produzca, la figura del doctor Joaquín Balaguer y su actuación política será colocada en su verdadera dimensión; el poder de la mediocridad y el sectarismo dejarán de contaminar la verdad. Para su valoración valgan las palabras de su mas excelsa víctima, el propio Balaguer:

 

“Durante 12 años y 45 días, entre el 1ro. de julio de 1966 y el 16 de agosto de 1978, me tocó gobernar democráticamente al país. No es a mí sino a la historia, a la que le corresponde enjusticiar ese período de la vida nacional. La posteridad, para ser justa, tendrá que tomar en cuenta el estado en que le entregamos a nuestro sucesor, tras la consulta del 16 de mayo de 1978. El mérito de esa labor de 12 años, sí acaso tiene alguno, corresponde a todos los dominicanos, aún a nuestros propios adversarios, que contribuyeron siempre, con sus críticas implacables, a mantener vivo en mi espíritu el sentimiento del deber y a esforzarme en devolver a la Patria en dedicación y en servicios, lo que de ella recibí en testimonio de confianza y en honores”.

 

La obra de gobierno realizada en todo el país durante este agitado período, justifica las precedentes consideraciones.

 

Ahora bien, cuando el Dr. Balaguer retornó al poder en 1986-1990 la situación política mundial había cambiado, y aunque la oposición interna le fue siempre hostil, los sacudimientos ideológicos eran menos agresivos, circunstancias que le permitieron gobernar con una visión diferente, como quedó demostrado en los períodos sucesivos 1990-1994 y 1994-1996.

 

En este último lapso de su vida pública el doctor Balaguer, en aras de la unidad y la paz social, convino en que solo a él se le redujeran dos años de su mandato, cuyas funestas consecuencias todavía se sienten, pues se produjo una distorsión en el orden constitucional que aún no se logra resolver de forma convincente.

 

Ahora bien, como ejemplo de moderación y prudencia, desde la oposición el doctor Balaguer estuvo siempre del lado de las mejores causas de la patria que lo vio nacer, al tiempo que su experiencia política y su capacidad como hombre de Estado las prodigaba sin reservas, siempre que fueran requeridas por el interés nacional.

 

Además de sus sobresalientes cualidades políticas y de su prolongada actuación en la vida pública nacional, el doctor Balaguer fue un ejemplo de solidaridad familiar, no solo con sus idolatrados progenitores, sino también con sus hermanas, a las que no desamparó ni aun en los momentos más conflictivos de su existencia. Ese sentimiento familiar también lo dejó plasmado en emotivos versos que en ocasiones de tristeza les dedicó a sus familiares mas cercanos.

 

Como escritor el doctor Balaguer ocupa un alto sitial en la literatura dominicana: poeta, ensayista, crítico literario, filósofo y biógrafo de figuras de alto rango en la vida cultural y política de nuestro país. Entre su producción como escritor, además de los ya citados poemas juveniles vale citar: Guía Emocional de la Ciudad Romántica (1944); Los Próceres Escritores (1947); Semblanzas Literarias (1948); El Cristo de la Libertad (1950); Apuntes para una Historia Prosódica de la Métrica Castellana (1954); Discursos Panegíricos, Educación y Política Internacional (1957); Literatura Dominicana (1959); Cruces Iluminadas (1974); La Palabra Encadenada (1975); La Venda Transparente (1987).

Para apreciar con mayor amplitud la producción del doctor Joaquín Balaguer como literato y pensador político basta conocer los diez tomos de las Obras Escogidas publicadas, con motivo del centenario de su natalicio, auspiciadas por la Fundación Joaquín Balaguer y el Partido Reformista Social Cristiano.

 

Con 96 años de edad falleció el doctor Joaquín Balaguer, el 14 de julio del año 2002, dejando a su paso por su fructífera y diversa existencia terrenal, una obra literaria que lo sitúa entre los primeros escritores dominicanos, y como estadista transformó el Estado Dominicano en si estructura política y en la realización de miles de obras necesarias para su desarrollo integral. Se recordará como ejemplo de competencia creadora, de austeridad y de honestidad.

 

La Fundación Joaquín Balaguer, Inc. al ofrecer esta sucinta aproximación a la vida y a la obra del doctor Joaquín Balaguer, solo pretende que el nombre y el ejemplo de tan insigne personaje, permanezcan en el recuerdo de los dominicanos de hoy y de siempre.